RICHARD A. SOKERKA
In estos últimos días de octubre, el mes que la Iglesia en los Estados Unidos celebra como el Mes del Respetemos la Vida, esperamos que los católicos aprovechen la oportunidad para reflexionar más profundamente sobre por qué cada vida humana es valiosa y, al mismo tiempo, se vuelvan a dedicar a construir una cultura que proteja la vida desde la concepción hasta la muerte natural.
Todos creemos que toda vida humana debe ser protegida y apreciada desde la concepción. Sin embargo, muchos en nuestra nación, incluida la Administración Biden y el Partido Demócrata, no lo hacen. Estos funcionarios electos, tanto en Washington, DC, como aquí en Nueva Jersey, continúan con sus esfuerzos para expandir el aborto utilizando el dinero de nuestros contribuyentes en todo momento para garantizar que el aborto esté disponible hasta el momento del nacimiento de un niño.
Cuando la vida humana está amenazada, debemos decir “sí” a la vida, tal como lo hizo hace más de 100 años Emilia Wojtyla, la madre del Papa San Juan Pablo II.
En el libro, Emilia y Karol Wojtyla, padres de San Juan Pablo II, la autora Milena Kindziuk describe cómo se le aconsejó a la madre de San Juan Pablo II que abortara.
“Tuvo que elegir entre su propia vida y la del bebé que llevaba, pero su profunda fe no le permitió a Emilia optar por el aborto (como le recomendó el médico). En el fondo de su corazón, tenía que estar lista para hacer este sacrificio (de su vida) por el bebé que estaba esperando”, dijo Kindziuk.
El 18 de mayo de 1920, Emilia Wojtyla dio a luz a su segundo hijo, Karol, tras un embarazo difícil y que puso en peligro su vida.
Todos sabemos que el niño crecería y se convertiría en San Juan Pablo II, cuya fiesta celebramos el 22 de octubre.
¿Y si Emilia Wojtyla no tuviera una fe católica tan fuerte y escuchara a su médico?
El mundo tal como lo conocemos ahora sin duda habría sido diferente de muchas maneras terribles sin San Juan Pablo II en él.
¿Cuántos otros santos potenciales hemos perdido en la loca masacre de la vida humana en el útero?
Recuerde las palabras de San Juan Pablo II: “Una nación que mata a sus propios hijos no tiene futuro”.
El futuro de nuestra gran nación está al borde del precipicio. ¿Continuaremos eligiendo líderes que abracen la “cultura de la muerte”, como la llamó San Juan Pablo II, o actuaremos para votar por funcionarios electos que cambiarán el futuro de nuestra nación a la luz de afirmar la vida desde la concepción hasta la muerte natural? ?
La elección está en nuestras manos.