Richard A. Sokerka
El sábado, los estadounidenses conmemorarán el 239 aniversario de los Estados Unidos. El 4 de julio de 1776, nuestros antepasados amantes de la libertad fundaron una nación que soñaron que brindaría una oportunidad ilimitada marcada por fuertes valores morales moldeados por la honestidad, la integridad y la justicia para todos.
Sin embargo, nuestros antepasados estarían horrorizados al leer los titulares de hoy que muestran la tendencia a la baja de los valores morales en nuestra nación. El sesgo maléfico de la sociedad que aparece en las noticias de hoy apunta al hecho de que, a lo largo de los años, la confianza de nuestra nación en la sólida base moral de nuestros antepasados basada en creencias religiosas se está desmoronando día a día. Desde sus humildes comienzos, Estados Unidos permaneció libre porque sus ciudadanos hicieron lo que era moralmente correcto, no políticamente correcto, y vivieron sus vidas de acuerdo con las Buenas Nuevas que encontraron en su fe.
Los redactores de nuestra Declaración de Independencia y nuestra Constitución sabían que la libertad futura dependía de la fe profunda y duradera de los estadounidenses en Dios. En su discurso de despedida, el presidente George Washington citó los importantes vínculos que tuvo la religión con la fundación de los Estados Unidos: “De todas las disposiciones y hábitos que conducen a la prosperidad política, la religión y la moralidad son apoyos indispensables. En vano reclamaría el tributo del patriotismo el hombre que trabajara para subvertir estos grandes pilares de la felicidad humana, estos puntales más firmes de los deberes de los ciudadanos. Y entreguemos con cautela la suposición de que la moralidad puede mantenerse sin religión. Es sustancialmente cierto que la virtud y la moralidad son un resorte necesario del gobierno popular.”
Mientras celebramos el Cuatro de Julio, recordemos que esta nación nació con muchas libertades porque nuestros antepasados pusieron un fuerte énfasis en su fe en Dios. Si queremos conservar la libertad para nosotros y las generaciones futuras, por el bien de Estados Unidos, debemos restablecer nuestra brújula moral como nación a lo que nuestros Padres Fundadores pretendieron que fuera.