Richard A. Sokerka
Ta observancia de la Semana de la Libertad Religiosa de la Iglesia Católica de los EE. UU. comienza mañana 22 de junio, la fiesta de dos mártires ingleses que lucharon contra la persecución religiosa —San Juan Fisher y Santo Tomás Moro— y finaliza el 29 de junio, la fiesta de los dos apóstoles martirizados en Roma — ss. Pedro y Pablo.
Es una semana importante en la vida de la Iglesia en los Estados Unidos porque no pasa una semana en nuestra sociedad secularista sin que se haga un nuevo desafío para infringir las libertades religiosas que disfrutamos en nuestra nación bajo la Primera Enmienda de la Constitución.
El tema de la semana de este año es "Servir a los demás en el amor de Dios". Se alienta a los católicos a orar y tomar medidas en apoyo de la libertad religiosa en el hogar, en sus propios vecindarios y en todo el país.
En una declaración sobre la Semana de la Libertad Religiosa, el arzobispo Joseph Kurtz de Louisville, Ky., presidente del Comité para la Libertad Religiosa de la Conferencia de Obispos Católicos de EE. ministerios como educación, adopción y acogimiento familiar, atención médica y servicios de migración y refugiados”.
Cuando el Papa Francisco visitó los Estados Unidos en sus declaraciones al entonces presidente Barack Obama el 23 de septiembre, el pontífice dijo que la libertad religiosa “sigue siendo una de las posesiones más preciadas de los Estados Unidos. Y, como nos han recordado mis hermanos, los obispos de los Estados Unidos, todos están llamados a estar vigilantes, precisamente como buenos ciudadanos, para preservar y defender esa libertad de todo lo que pueda amenazarla o comprometerla”.
Es imperativo que todos los católicos de la nación apoyen a nuestros obispos para garantizar nuestras libertades religiosas, recordando siempre lo que dijeron los obispos en su declaración: “Nuestra primera y más preciada libertad: somos católicos. Somos americanos. Estamos orgullosos de ser ambos, agradecidos por el don de la fe que es nuestro como discípulos cristianos y agradecidos por el don de la libertad que es nuestro como ciudadanos estadounidenses. Ser católico y estadounidense debería significar no tener que elegir uno sobre el otro. Nuestras lealtades son distintas, pero no tienen por qué ser contradictorias y, por el contrario, deben ser complementarias. Esa es la enseñanza de nuestra fe católica, que nos obliga a trabajar juntos con los conciudadanos por el bien común de todos los que vivimos en esta tierra. Esa es la visión de nuestra fundación y nuestra Constitución, que garantiza a los ciudadanos de todas las religiones el derecho a contribuir a nuestra vida común juntos”.