La libertad religiosa permite a la Iglesia y a todas las comunidades religiosas vivir su fe en público y servir al bien de todos.
A partir del 22 de junio se celebra la fiesta de Santos Tomás Moro y Juan FisherLa USCCB invita a los católicos a orar, reflejary actuar promover la libertad religiosa.
Hoy celebramos la fiesta de Santo Tomás Moro y Juan Fisher.
Oremos hoy de manera especial por todos los abogados, jueces y legisladores. Oremos también en acción de gracias por aquellos que han dado su vida en defensa de la Fe y como testigos del Señor Resucitado.
Dentro de una semana, el 29 de junio, celebraremos a los grandes mártires y apóstoles, san Pedro y san Pablo. Los obispos de nuestro país han pedido a todos los católicos que reconozcan esta semana como la “Semana de la Libertad Religiosa”. Visite el sitio web de la USCCB para obtener más información.
A continuación encontrará enlaces para obtener más información sobre estos santos y la Semana de la Libertad Religiosa.
Santo Tomás Moro
San Juan Fisher
https://www.usccb.org/.../religiou.../religious-freedom-week
La USCCB inicia la Semana de la Libertad Religiosa el 22 de junio, día en que la Iglesia celebra la festividad de Santo Tomás Moro y Juan Fisher.
Los santos Tomás Moro y Juan Fisher fueron hombres del Renacimiento. Talentosos y enérgicos, contribuyeron a la erudición humanista de la Inglaterra moderna temprana. Moro escribió tratados teológicos y filosóficos, mientras hacía carrera como abogado y funcionario del gobierno. El obispo John Fisher trabajó como administrador en Cambridge, afrontó el desafío que Martín Lutero presentó a la Europa cristiana y, lo más importante, sirvió como obispo de Rochester. Como obispo, es notable por su dedicación a la predicación en una época en la que los obispos tendían a centrarse en la política. Estos hombres eran brillantes. Ambos mantuvieron correspondencia con Erasmo, quien ayudó al obispo Fisher a aprender griego y hebreo, y quien también se refirió a Moro como un hombre para todas las estaciones.
Por encima de todo, estos hombres dieron testimonio de una profunda fe en Cristo y en su Iglesia. Moro consideró la posibilidad de unirse a la vida religiosa y fue asiduo a sus prácticas devocionales. Como hombre casado, se entregó por completo a su vocación de padre. En esa época, las prácticas disciplinarias con los niños tendían a ser severas, pero los hijos de Moro dan testimonio de su calidez, paciencia y generosidad.
San Juan Fisher fue un pastor modelo y demostró una humildad notable. Permaneció en la pequeña diócesis de Rochester durante todo su ministerio episcopal, dedicándose a su iglesia local en lugar de buscar un ascenso a una diócesis más grande y poderosa.
More y Fisher son bien conocidos por oponerse al divorcio del rey Enrique. Finalmente, fue su negativa a firmar un juramento de supremacía lo que los llevó a ser ejecutados. El rey Enrique VIII afirmó ser el jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra, afirmando su poder soberano sobre los cristianos ingleses. Ni Fisher ni More pudieron soportar esta afirmación, y su firmeza en sus conciencias los puso en conflicto con el rey. Fueron condenados por traición.
Es bueno amar a la patria, pero la lealtad máxima se debe sólo a Cristo y a su reino. Santos Tomás Moro y Juan Fisher nos muestran cómo es ser un ciudadano fiel. Amaron y sirvieron a su país. En los momentos previos a su ejecución, se dice que Moro dijo: “Muero como buen siervo del Rey, pero primero de Dios”. Nunca se levantaron para incitar a la rebelión o fomentar la revolución. No eran traidores. Pero cuando la ley del rey entró en conflicto con la ley de Cristo, se sometieron a Cristo. Estos hombres dieron su vida por la libertad de la Iglesia y por la libertad de conciencia. Son testigos de la verdad de que ningún gobierno puede reclamar el alma de una persona. Que su ejemplo siga iluminando el camino para nosotros, mientras buscamos servir fielmente a nuestra Iglesia y a nuestro país.
Pedimos la intercesión de Santo Tomás Moro y Juan Fisher, para que también nosotros seamos buenos servidores de nuestro país, ¡pero de Dios primero!